sábado, 30 de diciembre de 2006

Mala uva

Querida Mara:

Desde esta madrugada hay un tirano menos en el planeta. Sin embargo, me temo que esto no significa que vivamos en un mundo mejor. Horas después, decenas de irakíes han reventado en una explosión más que añadir a la larga lista de atentados de la posguerra.

La ley de la horca demuestra la hipocresía paleta del sheriff tejano en los mismos días en los que otro dictador, a miles de kilómetros, moría calentito en su cama rodeado de familiares enriquecidos y fanáticos cegados. Es más, en el ejercicio del abuso de poder, unos cuantos canallas similares siguen atormentando a sus pueblos sin que a la geopolítica neocon le importe un bledo.

Aprovechando las fechas, dadas a los resúmenes, he releído la carta que a estas alturas de 2005 te escribía. Pocas diferencias, así que he estado tentado de perpetrar un corta y pega, autofusilándome. Ya sabes, la mezcla de mazapán, turrón y espumoso genera una especie de hormigón cerebral que inmoviliza neuronas y voluntades.

Hace doce meses, un día 31 de diciembre, te comentaba, literalmente, que “Bush sigue fastidiando al globo entero, el cambio climático ya no es una fantasía de ecologistas irredentos, petróleo e hipotecas se disparan, el mundo a tortas en cada esquina…” Más o menos, como hoy. Ah, y Fernando Alonso de nuevo campeón.

Probablemente, salvo sorpresas, pensaba que la ejecución de Sadam sería la última gran portada de un 2006 que se despide con más pena que gloria. Me equivocaba, como siempre.

Una de las pocas luces que alumbró de esperanza este año, el alto el fuego permanente de ETA, ha ido apagando su llama con el paso del tiempo entre empecinamientos, discusiones bizantinas, kaleborrokas y secretismo oficial. De hecho, mientras remato estas líneas, las noticias de la radio informan de la explosión de un coche bomba en la T4 de Barajas. Menos de 24 horas después del optimista discurso del presidente. ¡Qué poco nos dejan soñar, Mara!

Ahora que vocalizas tus primeras sílabas, te repetiré aquello que te dije cuando la ilusión acarició las páginas de sucesos “La palabra, querida Mara, es el mayor don de nuestra especie pese a que unos cuantos sean incapaces de emplearla. No en vano, André Bretón sentenció que el pensamiento y la palabra son sinónimos”.

Tal y como está el patio, me refugiaré en la alegría de tu mirada descubridora. En este 2006, has crecido mientras los demás nos hacíamos mayores. El tiempo no es el mismo para todos. En esta etapa inicial, en la que la vida se cuenta por meses, han brotado los dientes que te permitirán paladear los primeros sabores; tus piernas ya te sostienen y te impulsan en carrera hacia el futuro; ‘papá’ y ‘mamá’ son tus palabras preferidas mientras a nuestro lenguaje cotidiano regresan términos como ‘comunicado anónimo’, ‘evacuación’ o ‘controles’; tus manos sujetan con firmeza las cosas… Por favor, empléalas con mayor sabiduría que nosotros para construir un mañana mejor, aunque sea de plastilina.

Por una vez, pensaba despedirme con espumillón pero las uvas se me han atragantado.

lunes, 25 de diciembre de 2006

La gripe

Querida Mara:

El cuerpo está ahí. No me refiero a Elle McPherson ni al objeto del delito sino al tuyo, al propio de cada uno. Como sucede con la caldera, sólo nos acordamos de él cuando se estropea coincidiendo con las primeras nieblas. Ocurre igual con nuestro organismo, del que sólo nos preocupamos cuando da guerra. En este caso, tu primera gripe, con flemas incluidas en homenaje a los especiales de aquel legendario Martes y Trece que nos salvaban del tedio navideño general.

Ahora eres demasiado pequeña para comprenderlo, especialmente porque aún no dominas la expulsión controlada de mocos, pero la gripe mola. Gracias a ella te escaquearás primero del cole y después del trabajo. Cuando se agotan los moscosos y las vacaciones se desvanecen sin puentes a la vista, confía en ella. Acabará llegando.

Te lo dice la experiencia. En esta cuestión te habla todo un experto del asunto viral. A lo largo del año no hay bichito microscopio que renuncie a la calidez de mi interior. Inconscientemente debo ser un anfitrión de cinco estrellas y bufette libre para estos gamberros de la tos. Desconozco si albergo piscina climatizada o mis glóbulos blancos son objetores de conciencia, pero casi me acompaña una por estación. Menos mal que tomo naranjas.

Así que dada mi flojera, he aprendido a sacarle partido a los estornudos. Te recomiendo que hagas lo mismo. Ya sabes, siguiendo la doctrina de Bruce Lee, “empty your mind. be gripe, my friend”. Vamos, que te dejes llevar o algo así.

Pasados los peores momentos de fiebre, escalofríos y delirios, deléitate con los mimos ajenos. Disfruta de la caricia del nórdico arropándote. Las siestas mejoran con unas décimas arrullándote. Los agobios cotidianos quedan aparcados en un oasis de sosiego perfumado de vicks vaporub y vapores de eucalipto.

Normalmente nos resistimos. Luchamos, peleamos en vano. Nos hacemos los valientes. Acudimos a la oficina pañuelo en ristre. Son esfuerzos inútiles. Los virus han pagado paquete turístico por nuestras mucosas y no abandonaran el complejo hotelero. Como la familia, vuelven por los primeros fríos para ayudarnos a escapar de los estreses cotidianos. Saquémosle partido.

En el sofá bien tapaditos, con el jarabe y el termómetro cerca, es una oportunidad de conocer la programación televisiva matinal. Horario éste reservado normalmente a quienes se ocupan del hogar, jubilados y estudiantes en semana blanca. Ante nosotros se abrirá, estimulados por la fiebre estupefaciente, un universo sin igual de recetas de cocina, consejos saludables, tertulias que naufragan del rosa al amarillo, sucesos que superan Pesadilla en Elm Street y un montón de maravillas del entretenimiento diario.

Tan sólo ha sido un ejemplo de los beneficios de la susodicha congestión. Total, Mara, con medicamentos dura una semana y sin ellos, siete días.