sábado, 27 de mayo de 2006

Frikis al poder

Querida Mara:

Ya me han descrito tu cara de asombro al pasear estos días por unas calles convertidas en vivos escenarios al aire libre y aceras transformadas en plateas. Tu azulada mirada, parece que el color se queda, asiste sorprendida a tantas manos juntas aplaudiendo. Esta no es mi ciudad, me la han cambiado, debes pensar.

Por desgracia a los alérgicos no nos queda más remedio que leer las críticas en los periódicos, escuchar las crónicas de la Moreno en la SER y contemplar con envidia los resúmenes de la tele. Por nuestra salud y la de los funambulistas, no sea que en plena acrobacia encadenemos una ráfaga de estornudos y desconcentremos al artista. Además, con estos ojos enrojecidos e hinchados hasta salirse de las cuencas y tanto esnifar el moquillo explorador, veo que me acaban dando metadona. Si me encuentran en tal estado, no se preocupen. No ingiero tóxicos, sólo soy alérgico.

Cambiando de tercio, o no, este pasado 25 en muchas ciudades de España han celebrado por todo lo alto la primera edición del ‘Día del Ogullo Friki’. Si aún no andas familiarizada con el término, te diré que se trata de una palabra cajón en la que cabemos casi todos. Friki viene a ser, digamos, alguien raro y excéntrico ya sea por sus aficiones, vestimenta o comportamientos.

Considero de tal especie a quienes
asisten regularmente a clase de spining

Es decir, que friki puede serlo cualquiera a ojos de su vecino. Personalmente, considero de tal especie a quienes asisten regularmente a clase de spining, practican padel con entusiasmo, regulan las calorías que ingieren o siguen atentos la cotización del yen. Esto último viene a ser el manga de los yupis. Probablemente ellos piensen lo mismo de quienes exhibimos lorzas o preferimos una tarde entera repanchingados en el sofá viendo la saga completa de Star Trek a la tediosa fase final del Mundial. Viva la lucha de clases.

Y aquí aparece una de las primeras disensiones en el seno de la heterodoxa familia friki, que generalmente suele encasillarse en quienes juegan al rol, visten camisetas de Homer Simpson –si es de Brasil o del Real Madrid, entonces eres normal, dicen-, portan una eterna mochila como apéndice de la espalda o presumen de saber la genealogía completa de todas las razas de El Señor de los Anillos antes de que se anunciara el primer trailer de la trilogía.

Friki puede serlo cualquiera
a ojos de su vecino

La fecha escogida conmemora el estreno de un clásico, Star Wars, un 25 de mayo de 1977. Toda una bandera para muchos. Sin embargo la escisión del movimiento se acerca. Los trekies, o seguidores de la más mítica y aún superiormente legendaria Star Trek amenazan con rebelarse. Vulcanianos contra jedis. Las dos españas de nuevo.

Entre las reivindicaciones planteadas, derechos tan inalienables como tener pocos amigos, o ninguno; el sobrepeso y la miopía; total libertad para exhibir el propio frikismo y dominar el Mundo, convertido en derecho y deber. Supongo que Bush, ese día, brindó en la Casa Blanca disfrazado de princesa Leia -tan de moda gracias a la última ‘tourné’ de la Dama de Elche-. En fin, Mara, así andamos. Que la fuerza te acompañe.

sábado, 20 de mayo de 2006

De oficio, descubridor

Querida Mara:

Unos dicen que nació en Génova. Otros apuestan por la conexión lusitana o catalana. Incluso los más imaginativos han fantaseado con la posibilidad de que el navegante por excelencia, Cristóbal Colón, primero hubiera hecho el viaje al revés, cruzado el charco en esta dirección, para llevarnos de regreso a su hogar. Es decir, que el Almirante fuera americano. Claro, así está chupada su epopeya. Espérate, porque aún algún intrépido le atribuirá origen extraterrestre o mostrará evidencias fotográficas de su retiro junto a Elvis en algún rincón del Índico. Permanece atenta a Milenio Tres.

Entre los muchos misterios de tan agitada existencia, aún se debate dónde reposan sus trasegados huesos. Sevilla y Santo Domingo se disputan el honor. De la defunción, lo único consensuado entre los que saben del tema es que encontró el descanso eterno tal día como hoy, un 20 de mayo de hace ya cinco siglos, en un Valladolid como el que pisamos tú y yo a diario.

De ahí, querida Mara, tanto jaleo de escenarios y gradas en nuestra habitualmente apacible Plaza Mayor. Para recordar un glorioso pasado en el que a orillas del Pisuerga nacían reyes, no se ponía el sol y provocábamos terribles jaquecas en las coronadas seseras de los emperadores. Por esas cosas, has nacido en una ciudad con mucha historia.

Y de ella debemos aprender. No sólo para admirar con nostalgia las hazañas del pasado sino para tomar el impulso necesario con el que construir un mejor futuro gracias a los mimbres que hemos heredado.

Vale. Ya sé que tú, a tus seis meses recién cumplidos, ya sabes coger las tazas por el asa. Que sólo te falta alzar el meñique cual lord inglés. Como lo hagas, prometo arrancar nuestra próxima carta con un sentido ‘Querida Camila’.

Esta Castilla haría bien en echarse a la mar, aunque sea de trigales


Ahora, anunciados tus conocimientos de etiqueta, ponte en el pellejo de nuestros antepasados. En mitad de la meseta, donde la aventura de cada jornada era llenar el estómago, y que te plantean subirte a una cáscara de nuez en busca de un paraíso de casas de oro y ríos de miel. Más o menos como que te inviten a llegar a Marte en seiscientos.

De aquella gesta, que dirían los antiguos, resultó de todo. Maravillas y desastres. Así somos los humanos, que se encogía aquel de hombros. De todas estas celebraciones, que nos traen el reencuentro de Ariel Rot y Andrés Calamaro, algo deberíamos aprender. Buscando tanto cuento que regalarte me he aficionado a las moralejas.

Colón, querida Mara, no tornó la vista a Palos sino que escrutó el horizonte en busca de la orilla soñada entre tanto cálculo cartográfico. Quienes, quinientos años después, recordamos sus luces y sombras algo deberíamos aprender. No sólo de aquel marino extravagante sino de quienes le apoyaron y acompañaron. Esta Castilla haría bien en dejar de mirar a su alrededor, secar las lágrimas por las almenas derrumbadas, redescubrirse a sí misma, levantar un proyecto que sume voluntades e ilusiones y echarse a la mar, aunque sea de trigales. En salud del Almirante.

sábado, 6 de mayo de 2006

Del padre y la madre

Querida Mara:

Aprovechando que mañana es el ‘Día de la Madre’, voy a hablarte de tu padre. Porque él lo vale. Además, como no te dedicas al arbitraje, puede estar tranquilo. Bueno, en realidad, voy a hablar de tu padre y tu madre.

Dice Brassens, por boca de Loquillo, que “en la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar”. Algo parecido me sucede con este tipo de celebraciones, especialmente cuando nos vienen directamente patrocinadas por los grandes almacenes, pero haremos una excepción.

Ya sabes, Mara, que suelo llegar siempre con cierto retraso a lugares y circunstancias: a la cita del café, al amor o a la playa. Así que, como se la debíamos desde marzo, tú y yo, esta carta se la dedicaremos a Diego y, cómo no, a Sandra. Más conocidos como los padres de Mara.

Del papi

Y es que, pese a que no seas aún consciente del asunto porque andas más enfrascada en el manual de instrucciones de tus tripas y articulaciones, tu papi es pionero en una práctica que probablemente no tenga nada de extraño cuando te llegue la hora de la maternidad, apuntarse a la baja paternal.

Esto es, compartir con tu pareja la maravillosa carga de noches de insomnio, cambiar fétidos pañales, visitas médicas, vacunaciones y lactancias varias. En esto último el varón suele encargarse de la parte logística. La de dar el pecho aún no toca, creo.

A cambio, presencia la primera sonrisa y los balbuceos con los que, me arriesgo en la interpretación, pronuncias tu primer te quiero… o despertarse contigo entre los brazos.

De la mami

En cuanto a Sandra, faltan palabras. Que madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle, que sentenciamos los hijos únicos cuando corremos al calor de la falda materna en busca de un buen planchado y una sabrosa tortilla de patata.

Sobre la protagonista de mañana, tan sólo te revelaré que basta contemplar la luz de su rostro cuando os reencontráis para intuir que lo daría todo por ti. Cada pocas horas saboreas su amor manando de sus pechos, qué te voy a contar. Dudo que la fruta que empiezas a catar estos días alcance su dulzura. Así que espero que Diego sepa guiarte en la elección del regalo. De hecho, ya acertó. Se lo entregaron mutuamente hace unos meses. Un 18 de noviembre, en la maternidad del Río Hortega.

Y, citando a un buen amigo de cañas y vidas, el bueno de Félix, ciertamente estas líneas me han quedado un tanto ñoñas pero qué le vamos a hacer. La ocasión lo merece. Antes de despedirme, Mara, permíteme que, abusando del pasteleo, le mande un gran beso a un ser muy especial. Ella ya sabe quien es, ¿verdad, mamá?

Postdata: No se admiten reclamaciones ni se recetan jarabes para el ardor de estómago causado por el merengue.